Hace ya casi un mes que
tuvimos la oportunidad de coincidir con el compañero Mariano, de una forma no
prevista, en su pueblo.
Ante una bolsa repleta de
hermosas granadas recién traídas de su huerto, comenzó a relatarnos con su
habitual habilidad y esa pasión que pone en lo que cuenta - nos consta que también
en lo hace-, algunos detalles acerca de
las infinitas y beneficiosas propiedades de las mismas, sobre la mejor forma de
prepararlas, e incluso sus distintas variedades y formas de cultivo, añadiendo
a ello alguna anécdota no falta de su característica expresividad.
No fue en aquel
momento, pero conscientes de su potencial, unos días más tarde le hicimos una
llamada para invitarlo a participar en nuestro blog. “Aunque sean unas fotitos,
Mariano”, le propusimos.
Y he aquí la primera
aportación del compañero Mariano:
“Ahí llevas una muestra de mis
granadas de este año. Lo mejor es que el ramillete es de un árbol que planté a
primeros de enero de 2013; o sea un árbol muy pequeño. El tamaño de las
granadas del ramillete es entre grandes y medianas”.
Además añadía:
“Lo de las naranjas, siendo
también bastante llamativo, no es para tanto pero el autor de las fotos las
puso todas juntas. Haz con ellas lo que mejor te parezca.”
Un abrazo. Mariano
Pues ya ves, compañero, lo
que nos parece mejor es que todo el mundo sepa de tus magnificas granadas y de
tus, no menos, apetitosas naranjas. Y por
supuesto agradecerte el detalle y animarte a que sigas compartiendo con nuestro
Colectivo tus experiencias, aficiones… y sobre todo esa pasión que manifiestas cada
vez que nos hablas de las cosas que te hacen disfrutar.
Un abrazo.
_______________________
En 1920 Federico García
Lorca compuso este hermoso poema sobre la granada.
Canción
Oriental
Es
la granada olorosa
un cielo cristalizado.
(Cada grano es una estrella,
cada velo es un ocaso.)
Cielo seco y comprimido
por la garra de los años.
La granada es como un seno
viejo y apergaminado,
cuyo pezón se hizo estrella
para iluminar el campo.
Es
colmena diminuta
con panal ensangrentado,
pues con bocas de mujeres
sus abejas la formaron.
Por eso al estallar, ríe
con púrpuras de mil labios…
La
granada es corazón
que late sobre el sembrado,
un corazón desdeñoso
donde no pican los pájaros,
un corazón que por fuera
es duro como el humano,
pero da al que lo traspasa
olor y sangre de mayo.
La granada es el tesoro
del viejo gnomo del prado,
el que habló con niña Rosa
en el bosque solitario.
Aquel de la blanca barba
y del traje colorado.
Es el tesoro que aun guardan
las verdes hojas del árbol.
Arca de piedras preciosas
en entraña de oro vago.
La
espiga es el pan. Es Cristo
en vida y muerte cuajado.
El
olivo es la firmeza
de la fuerza y el trabajo.
La
manzana es lo carnal,
fruta esfinge del pecado,
gota de siglos que guarda
de Satanás el contacto.
La
naranja es la tristeza
del azahar profanado,
pues se torna fuego y oro
lo que antes fue puro y blanco.
Las
vides son la lujuria
que se cuaja en el verano,
de las que la iglesia saca,
con bendición, licor santo.
Las
castañas son la paz
del hogar. Cosas de antaño.
Crepitar de leños viejos,
peregrinos descarriados.
La
bellota es la serena
poesía de lo rancio,
y el membrillo de oro débil
la limpieza de lo sano.
Mas
la granada es la sangre,
sangre del cielo sagrado,
sangre de la tierra herida
por la aguja del regato.
Sangre del viento que viene
del rudo monte arañado.
Sangre de la mar tranquila,
sangre del dormido lago.
La granada es la prehistoria
de la sangre que llevamos,
la idea de sangre, encerrada
en glóbulo duro y agrio,
que tiene una vaga forma
de corazón y de cráneo.
¡Oh
granada abierta!, que eres
una llama sobre el árbol,
hermana en carne de Venus,
risa del huerto oreado.
Te cercan las mariposas
creyéndote sol parado,
y por miedo de quemarse
huyen de ti los gusanos.
Porque
eres luz de la vida,
hembra de las frutas. Claro
lucero de la floresta
del arroyo enamorado.
¡Quién
fuera como tú, fruta,
todo pasión sobre el campo!
Y Juan Ramón Jiménez escribió este
bello fragmento del capítulo 96, titulado "La Granada", de su libro "Platero y yo":
¡Qué hermosa esta granada, Platero! Me la ha mandado
Aguedilla, escogida de lo mejor de su arroyo de las Monjas. Ninguna fruta me
hace pensar, como ésta, en la frescura del agua que la nutre. Estalla de salud
fresca y fuerte. ¿Vamos a comérnosla?
¡Platero, qué grato gusto amargo y seco el de la
difícil piel, dura y agarrada como una raíz a la tierra! Ahora, el primer
dulzor, aurora hecha breve rubí, de los granos que se vienen pegados a la piel.
Ahora, Platero, el núcleo apretado, sano, completo, con sus velos finos, el
exquisito tesoro de amatista comestibles, jugosas y fuertes, como el corazón de
no sé qué reina joven. ¡Qué llena está, Platero! Ten come. ¡Qué rica! ¡Con qué
fruición se pierden los dientes en la abundante sazón alegre y roja!...